jueves, 3 de mayo de 2012

La crisis también llega a los campamentos de refugiados del Sáhara

El huerto















El avión, que suena a ritmos de palmas y guitarra española, se tambalea. Tanto la tripulación como el resto de pasajeros del principio del ave con motor no sabe si lo hace por las turbulencias o porque Tomasito anda taconeando en la cola. Camino del Sáhara. Primero el avión y después un recorrido largo hasta llegar al campamento, cuatro horas en jeep o en bus: familias, periodistas y miembros de la organización del Festival deInternacional de Cine del Sáhara (FIsahara) que se celebra en el campamento de refugiados de Dajla.

Con el ánimo de poner el foco en la problemática saharaui desde hace nuevo años el desierto se convierte en una pantalla de cine bajo las estrellas, en un espacio de convivencia entre forasteros españoles y saharauis donde aprender más de las costumbres de un pueblo, de hombres y mujeres, familias completas, niños y niñas que han nacido en territorio de nadie. Un festival para cuestionar y pensar en 37 años del conflicto saharaui.
Aquí también se notan los recortes en las ayudas de cooperación del actual gobierno de España. Verdades veladas que se dicen en pequeños círculos y con la boca pequeña. “Rajoy prometió apoyo a la causa saharaui pero aún no sabemos nada” cuenta Mohamed, un maestro de una de las siete escuelas de primaria del campamento de Dajla. Resignados a aguantar el chaparrón del Gobierno que ha aprobado un recorte en Cooperación de 1.400 millones de euros para este año, 600 de ellos específicamente retraídos de la Ayuda Oficial al Desarrollo. El cambio de tendencia lo inició el Ejecutivo de Zapatero, que en 2010 anunciaba un tijeretazo de más de 600 millones. En fin, que España ha pasado de perseguir el 0,7% a quedar en torno al 0,25%.“Nosotros entendemos la actual situación en España” dice, “ si la cosa se pone fea, que falten materiales escolares pero no otro tipo de cosas más necesarias”.
Escuela
















Wada Lambaret, director del huerto de este campamento, aludía a las malas costumbres de la población refugiada aquí: “ahora estamos formando a los vecinos para que cultiven sus propios huertos y que se autoabastezcan”. “Pero, ¿es posible cultivar en el desierto sin agua?”, pregunta una mujer de una de las familias que vienen de visita en estas fechas. “No hay problemas de agua, tenemos otro tipo de problemas como la falta de riqueza del suelo o la poca motivación de la gente”, señala este ingeniero agrónomo.
Hay recortes, sí, pero también hay compromisos renovados como el de la Agencia de Cooperación Extremeña que lleva más de 10 años trabajando con la población saharaui para crear una cultura de agricultura en los campamentos. “Cada mes vienen a este huerto de Dajla un grupo de 70 mujeres de cada uno de los siete municipios, que aprenden las principales técnicas para cultivar con el sistema por goteo”, explica el gobernador Salem Lebsir. Estas mujeres se encargan luego de formar en sus campamentos a otros vecinos e intentar que proliferen los huertos familiares.
Sin tradición agrícola y con escasas posibilidades en la ganadería, la sociedad saharaui ha vivido siempre en la cuerda floja de la desnutrición. “La crisis llega a los campamentos”, afirma Lebsir. La desnutrición, que había disminuído en los últimos años, vuelve a ganar terreno. Las caravanas solidarias, que suplían la ayuda de la ONU que “es reducida y llega siempre tarde”, han pasado de cuatro anuales a una. Las reservas se agotan dice el gobernador y llevan meses en los que “hacen falta conservas, arroz, azúcar y algunos medicamentos”.
El programa de Vacaciones por la Paz también se ha visto afectado: “normalmente viajaban entre 9.000 y 10.000 niños” y el pasado año la cifra bajó a 4.000. “Las familias en España ya no pueden pagar esos viajes”, puntualiza Salem Lebstir. Hay recortes, sí, y los refugiados viven la crisis de la crisis. "No nos importan los partidos políticos, no dependemos de ellos. Nosotros nos hemos ocupado de tender un puente sólido entre el pueblo saharaui y el español porque no podíamos confiar en los gobiernos".

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